martes, 27 de octubre de 2015

ACTIVIDAD BLOQUE 2: Adaptación de un cuento folclórico

TODA CLASE DE PIELES


Hace muchos muchos años, en un lejano reino había un matrimonio de reyes muy afortunados. Su vida estaba llena de amor y abundantes riquezas. El rey era apuesto y cariñoso y la reina destacaba por su increíble belleza. Lo único que les faltaba para terminar de ser absolutamente felices era un hijo en común.

La reina tenía especial ilusión en que fuese una niña y el rey, sin embargo, quería un niño para que pudiera sucederle en el trono. Al poco tiempo la reina se quedó embaraza y tras un parto difícil tuvo a una hermosa niña a la que llamaron Diana.

El rey, decepcionado con el sexo del bebé, se desentendió de sus responsabilidades como padre con la esperanza de que cuando su mujer se recuperara del parto pudieran volver a intentar tener un niño. Durante este tiempo Diana estuvo al cuidado de las sirvientas de palacio. Pero pasaron las semanas y la reina cada vez estaba más débil y temiéndose lo peor mandó llamar a su marido. Una vez le tuvo delante le dijo que no creía que le quedaran muchos días de vida y que como despedida tenía que pedirle tres favores;

el primero: que a pesar de no haber podido satisfacer sus deseos fuera responsable por los dos y se hiciera cargo de su pequeña,

el segundo: que le diera su pulsera de Pandora. Aquella pulsera tenía un enorme valor para ella, pues entre los múltiples abalorios que la formaban se encontraban los anillos de boda de sus padres y una flor de lis tallada sobre un diamante de su abuela. 

y el tercero: que cuando ella cumpliera la mayoría de edad le encontrara un esposo tan bueno y bondadoso como él, que pudiera ser el heredero de su reino.

El rey, desolado con la noticia, no pudo negarle sus últimos deseos a su esposa y le dio su palabra.
Al poco tiempo la reina falleció y el rey, haciendo de tripas corazón, trató de dejar a un lado su dolor y siguió a pies juntillas la promesa que le había hecho a su esposa y empezó a ser una pieza clave en la educación de su hija. Fueron pasando los años y padre e hija cada vez estaban más unidos y con el tiempo la princesa se fue convirtiendo en una jovencita encantadora con una belleza envidiable.

Cuando llegó el día en que Diana alcanzaba su mayoría de edad, el rey le dio la pulsera de Pandora de su madre, explicándole su valor sentimental y mandó llamar a todos los príncipes de los reinos cercanos para elegir al mejor candidato para su casamiento.

Durante las próximas semanas el palacio estuvo abarrotado de todo tipo de jóvenes, que iban siendo rechazados uno a uno con gran celeridad. Ninguno cumplía con las expectativas del rey para su pequeña. 

Hasta que un buen día, llegaron a palacio tres hermanos, cada cual más apuesto y humilde. Cualquiera de ellos le pareció la mejor opción para Diana y decidió dejar la última palabra en sus manos. Ella, que era muy avispada y no tenía intención de contraer matrimonio con cualquiera solo porque le gustara a su padre, les dijo que se casaría con aquél que consiguiera regalarle el vestido más bonito del mundo. Pues pensó que les llevaría el suficiente tiempo como para convencer a su padre.
Los jóvenes, por su condición de príncipes, pudieron invertir mucho dinero en la búsqueda de materiales extraordinarios y con la ayuda de los mejores sastres de su reino tuvieron terminada la tarea en menos de tres meses.

El primer hermano le ofreció un vestido tan dorado como el sol, tejido con hilo de oro; el segundo un vestido tan plateado como la luna, tejido con hilo de plata; y el tercero un vestido tan brillante como las estrellas de platino y de diamantes.
La joven se quedó boquiabierta, nunca habría imaginado que la sorprenderían con aquello en tan poco tiempo. Su padre seguía sin dar su brazo a torcer y debía casarse en un mes con el pretendiente cuyo vestido eligiera. Así que les dijo a todos que al día siguiente por la mañana les daría el veredicto.

Pero ella seguía teniendo muy claro que no quería casarse con ninguno de los tres, así que planeó escaparse y huir lejos en cuanto su padre se acostara. Con cuidado de no ser vista fue a una alcoba del palacio donde sabía que su padre aún conservaba muchos recuerdos de su madre con el objetivo de encontrar algún atuendo para disfrazarse. Fue abriendo un armario tras otro hasta dar con algo que la dejó perpleja… ¡un abrigo multicolor! Debía está formado por un pedacito de piel de cada animal -pensó, además de ser muy largo, con mangas anchas y una capucha que le cubría toda la cabeza. Era el atuendo perfecto para no ser reconocida, así que se lo llevó.

Esperó a que llegara media noche, metió un par de mudas de ropa en una mochila junto con algunos víveres, se puso el original abrigo de su madre y la pulsera de Pandora que le había dado su padre y sigilosamente salió por una de las puertas traseras del palacio.

Una vez estuvo fuera echó a correr como alma que lleva el diablo hacia ningún lado, con el único objetivo de alejarse lo máximo posible de los aposentos de su padre para que no pudiera dar con ella. Estuvo corriendo y caminando durante una semana, durmiendo en pequeños escondites durante el día y comiendo a duras penas con frutos que iba encontrando por el camino. Hasta que un día llegó a un pequeño riachuelo, no vio a nadie por los alrededores y sintió le necesidad de meterse en él y aprovechar para asearse y descansar durante algunas horas. Así que apoyó en unas piedras de la orilla el abrigo y la pulsera para que no se mojara, se desnudó y se zambulló en aquellas aguas tan frías.

Con tan mala suerte que apareció, como de la nada, un joven que rondaba por allí en ese momento. Diana salió del agua a toda prisa y sin darle tiempo si quiera a vestirse se puso directamente el abrigo y se tapó el rostro con la capucha. Dispuesta a huir de allí a toda prisa, el chico, que no solía encontrarse a nadie por esa zona, quiso ser simpático con ella y le dijo que no hullera por favor, que él no la haría daño. Diana recapacitó durante unos segundos y decidió quedarse con aquél joven, pues llevaba muchos días sin relacionarse con nadie y estaba un poco aburrida de ir dando tumbos sola sin rumbo alguno. 

El muchacho se llamaba Joan y vivía a pocos kilómetros del lugar donde se habían encontrado. Al haber pillado a Diana bañándose en el río, con ropa desgastada, una pequeña mochila y un enorme abrigo como únicas pertenencias sacó en conclusión que necesitaba de su ayuda. Así que le propuso que le acompañara a su casa para que pudiera darle algo de comer.

Diana, a pesar de su desconfianza, aceptó pero no pronunció palabra en todo el camino y permaneció cubierta por la capucha del abrigo. Al llegar a la casa, Joan le ofreció sentarse en una mesa que había a la entrada y le dio pan y membrillo para que comiera todo lo que quisiese. Mientras ella se saciaba, le preguntó que hacia dónde se dirigía y ella respondió que no sabía ni donde se encontraba. Entonces, para evitar que le hiciera más preguntas que no quería contestar y ser descortés con él después de su hospitalidad, se levantó de la mesa, le dio las gracias y salió de la casa a toda prisa. Sin darse cuenta de que había olvidado la pulsera de su madre encima de la mesa. Joan, en cuanto se dio cuenta de su descuido salió rápidamente de la casa para devolverle la pulsera; pero la perdió de vista.

Como era un chico muy curioso se quedó con ganas de saber más sobre Diana, pero ella no le había dicho si quiera su nombre, así que pensó en dejar pasar la noche y a la mañana siguiente ir a buscarla con la excusa de devolverle la pulsera que se había olvidado.

Aquella noche Diana se durmió en un tronco hueco de un árbol en las profundidades de un bosque cercano, pensando en lo guapo, atento y bondadoso que le había parecido Joan. Le hubiera encantado pasar un rato más con él, pero el miedo a ser descubierta la frenó.

A la mañana siguiente, Joan salió de su casa en busca de Diana según había planeado. Como no conocía su nombre y recordaba el extravagante abrigo que llevaba, la llamó “Toda clase de pieles”. Y fue gritando ese nombre por todo el camino que fue recorriendo. Hasta que cansado de andar y de andar sin recibir ningún tipo de respuesta decidió abortar la misión y se sentó en una piedra enorme a descansar. Pero se acomodó tanto que se quedó dormido.

Diana mientras tanto salió de su escondite sin saber que Joan se encontraba cerca de allí y se dispuso a buscar algún fruto o animalillo que poder desayunar. No hizo más que recorrer cincuenta metros y se topó con el muchacho de frente. Al ver que estaba dormido siguió andando sigilosamente para que no despertarle, pero tropezó con unas ramas del suelo causando un enorme estruendo y despertándole. Éste sobresaltado bajó de la piedra en que horas antes se había subido y la vio allí, delante de él. ¡Por fin he dado contigo!- exclamó, se sacó la pulsera de Pandora del bolsillo del pantalón y se la dio. Entonces Diana, que ni si quiera se había dado cuenta de que le faltaba, se dio cuenta de las molestias que se había tomado sin saber el enorme valor que tenía para ella. Joan le empezó a gustar aún más y sintió la necesidad de abrazarle. Pero sin darse cuenta la capucha de su abrigo se le bajó y dejó a la vista su precioso rostro… Joan sonrió, creyó estar viendo a la mujer más hermosa del mundo. 

Se sentaron bajo un frondoso árbol y pasaron horas y horas hablando. Diana, que había sentido que podía confiar en Joan desde un primer momento, le contó su historia y le hizo prometer que jamás la contaría, pues aún temía ser encontrada por los súbditos de su padre.
De ahí fueron a casa de Joan y poco a poco empezaron una nueva vida juntos.

Fueron pasando los años y Diana añoraba cada vez más a su padre, así que decidió volver a palacio acompañada de Joan.

El rey, al ver a su hija después de haberla dado por perdida durante tanto tiempo, la abrazó con todas sus fuerzas y le dijo que con el paso de los años había entendido la razón de su huida. 

Ella sorprendida le agradeció sus palabras y le presentó a Joan. Ambos se alojaron en el palacio durante varias semanas. Y entonces el rey se dio cuenta de que sin querer había cumplido la última promesa que le hizo la reina antes de fallecer, aquél hombre era maravilloso y su hija rebosaba de felicidad junto a él.



                                             FIN




Mi adaptación del cuento “Toda clase de pieles” va dirigida a niños de más de 10 años, que ya entienden el lenguaje simbólico o figurado y reconocen el lenguaje humorístico. 

Además, al ser un cuento bastante extenso necesitan leer con fluidez para poder disfrutarlo en su totalidad sin que su lectura suponga un esfuerzo.



A la hora de llevar a cabo la adaptación de este cuento he modificado lo siguiente:


Le he puesto nombre al personaje principal del cuento (Diana) y al joven que he incluido en mi adaptación del que se enamora (Joan). Con la intención de hacerles más cercanos para los niños y puedan meterse en la historia con más facilidad.

He eliminado el incesto, considero que es un concepto poco apropiado para un cuento infantil. Los deseos que le pide la reina a su marido antes de morir y que le hace prometer. He mantenido el deseo de que cuide de su hija, pero los dos siguientes los he modificado. He cambiado el anillo de su boda y los colgantes de oro que le pide que le dé a la princesa por una pulsera de Pandora con los anillos de boda de sus padres y una flor de lis tallada sobre un diamante de su abuela. Y también he cambiado el hecho de que tuviera que encontrar a una mujer más bella que la reina con la que casarse y tener un hijo que pudiera ser el futuro rey, por la búsqueda de un esposo para su hija tan bueno y bondadoso como el mismo para que fuera el heredero.



En mi adaptación he mantenido los vestidos, pero en este caso son tres de los pretendientes quiénes se los regalan a Diana con el propósito de ser elegidos como futuros esposos suyos.



La princesa consigue el abrigo de “Toda clase de pieles” por sí misma. Va a una habitación repleta de recuerdos de su madre y lo encuentra entre sus cosas. Me parecía muy retorcida la idea de que le pidiera al padre que lo formara a partir de un trozo de tela de cada animal que existía en el mundo.

El momento en que es descubierta durante su huida del castillo lo he cambiado por completo. No es encontrada en un tronco hueco por los súbditos de un rey, sino que al tiempo que decide tomarse un respiro y darse un baño en un riachuelo aparece un muchacho que le invita a comer en su casa. He querido incluir a Joan como un joven humilde que viven en las profundidades de un bosque, en vez de un príncipe.

He usado una pulsera de Pandora que he incluido en el lugar de los colgantes de oro como enlace de unión entre Joan y Diana. Para acortar el cuento y que concluyera de una manera más directa y rápida.

En mi historia es el chico el que va en busca de la princesa, en vez de ser ella quien poco a poco le va conquistando, un suceso muy común en los cuentos infantiles.

Y por último he modificado totalmente el final del cuento. Me parecía importante que terminase de manera feliz y entrañable para que los niños se quedearan con un buen sabor de boca. La princesa vuelve al palacio de su padre, arregla las cosas con él y le hace ver que ha encontrado a un buen hombre que le hace feliz, sin la necesidad de su forzada intervención.


Y he mantenido lo siguiente:

La felicidad de los reyes al principio del cuento y su deseo de tener un hijo juntos.

La importancia que le da el rey al hecho de tener un hijo varón para que pueda sucederle en el trono. Aspecto que he intensificado un poco más.

La muerte de la reina al poco de dar a luz como desencadenante de la trama de la historia.

La belleza física de la princesa.

He mantenido la intención de la princesa de alargar la boda para tratar de convencer a su padre de que no se lleve a cabo, aunque en este caso manda hacer un vestido inédito a cada uno de sus pretendientes, en vez de a su propio padre.

La huida de la princesa del castillo para no tener que cumplir con un destino que no la iba a hacer feliz (hilo argumental imprescindible).

La princesa es nombrada como “Toda clase de pieles” por su abrigo y al no desvelar su identidad por miedo a ser descubierta.

El tórrido romance entre la protagonista y un joven con el que coincide en su aventura.

Al final, la princesa encuentra a un hombre al que ama y con ello consigue cumplir el último deseo de su madre.





1 comentario:

  1. Bueno, Laura, tu argumentación es excelente y tu cuento es precioso. Has mantenido el esqueleto del cuento hasta el momento en que Diana y Joan se conocen. A partir de aquí, ella ya no hace absolutamente nada por conseguir su felicidad. La pérdida de la pulsera as fortuita y ella no utiliza los abalorios para atraerse la atención de él, ni usa su "doble personalidad" para crear misterio. Y esa es una parte importante del esqueleto de la historia ya que demuestra cómo es capaz de usar su astucia y su paciencia para conseguir lo que desea.
    Me parece bonito que, al final, ella se reconcilie con su padre y que este se arrepienta de su cabezonería. Pero, para que la adaptación sea perfecta, debes modificar lo que te he comentado.
    Por cierto, "huyera" es con Y.

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